A través de la lluvia torrencial que cayó sobre los viñedos de Båstad, Suecia, surgió una imagen sorprendente de coraje y determinación. Allí estaban Romain Chichery y Emma Berto, dos enólogos franceses, tijeras de podar en mano, dispuestos a desafiar los elementos para recoger los frutos de su trabajo en la finca Thora Vingård. Su viaje, formado en Montpellier y adquirido experiencia en las grandes fincas francesas, les había llevado hasta estas tierras del norte, donde cada vez acudían más viticultores para difundir su saber hacer.
Esta escena, mitad poética, mitad dramática, reveló una realidad apremiante: el mundo del vino está cambiando ante el calentamiento global. El año 2023 marcó un punto de inflexión, con la producción de vino más baja en décadas. Los riesgos climáticos aumentaron y afectaron gravemente a regiones vitivinícolas tradicionales como Italia y España. En Francia, a pesar de las abundantes lluvias en 2024, las previsiones de cosecha predecían un descenso significativo.
El aumento de las temperaturas supone una gran amenaza. Según el INRAE, un calentamiento global de más de 2°C pondría en peligro la producción de vino de calidad en muchas regiones vitivinícolas tradicionales. Sin embargo, en los países nórdicos están surgiendo rayos de esperanza. En Suecia, donde las temperaturas ya han aumentado casi 2°C desde el siglo XIX, están surgiendo oportunidades.
El viñedo sueco, aunque reciente, muestra un potencial prometedor. Pioneros como Murre Sofrakis y Lena Jörgensen supieron aprovechar esta tierra aún virgen. Las características de los vinos suecos son cada vez más refinadas y ofrecen aromas y perfiles únicos, gracias en particular a las variedades de uva adaptadas y a las condiciones climáticas particulares. Los vinos suecos destacan por su asertiva acidez y frescura, ganando poco a poco reconocimiento.
A pesar de estos avances, el camino está plagado de obstáculos. La competencia con los grandes productores europeos sigue siendo feroz y la exportación sigue siendo un desafío. Los vinos suecos, a menudo más caros, luchan por competir en el mercado internacional. Sin embargo, la calidad y autenticidad de estas añadas deparan un futuro prometedor.
Así como no podemos comparar Suecia con Borgoña, sería simplista ver a este país nórdico como un nuevo vino El Dorado. La viticultura en Suecia, aunque es una fuente de esperanza, requiere paciencia e ingenio para establecerse de manera sostenible en el escenario mundial. Los desafíos climáticos no pueden desanimar a estos entusiastas que crean en los viñedos suecos un saber hacer único e inspirador.
En definitiva, la lluvia que golpea los cristales de los viñedos suecos dice mucho más que un simple aguacero: lleva consigo la historia y los retos de una viticultura en busca de la excelencia y la autenticidad.. A través de estas viñas se reinventa todo un apartado de la gastronomía y la cultura sueca, ofreciendo al mundo vinos excepcionales, impregnados de una naturaleza tan salvaje como fascinante.