El tumultuoso viaje de Erik ten Hag como entrenador del Manchester United ha llegado a su fin después de que una serie de partidos decisivos sellaron su destino. A pesar de ganar la Copa Carabao y la Copa FA, la gestión del equipo por parte de Ten Hag se vio empañada por errores defensivos, inconsistencia crónica y falta de éxito contra sus archirrivales.
El punto de inflexión fue el partido contra el West Ham, en el que los Hammers derrotaron a los Red Devils por 2-1, lo que provocó la destitución del técnico holandés. A pesar de crear numerosas ocasiones, el Manchester United pecó de ineficiencia ofensiva, desaprovechando oportunidades cruciales y mostrándose vulnerable en defensa.
La goleada monumental contra el Liverpool, con un marcador histórico de 7-0, puso de relieve las deficiencias estructurales del equipo. La fragilidad mental de algunos jugadores, en particular Bruno Fernandes, quedó expuesta ante la presión del oponente, poniendo en duda la capacidad del equipo para recuperarse bajo el liderazgo de Ten Hag.
La derrota por 4-0 contra el Crystal Palace puso de relieve las limitaciones del equipo entre lesiones y suspensiones, lo que obligó a Ten Hag a presentar un equipo sin puntos de referencia. Los errores defensivos les costaron caro a los Red Devils, sellando una temporada marcada por récords perdedores en la liga.
Frente a un Tottenham decidido, el Manchester United sufrió un revés de 3-0, marcado por la falta de cohesión y creatividad. Los errores individuales permitieron al Tottenham capitalizar las debilidades del rival, dejando al Manchester United sin esperanzas reales de reaccionar.
Estos partidos pusieron de relieve los problemas estructurales y tácticos que persisten bajo el liderazgo de Ten Hag, lo que inevitablemente condujo a un cambio de rumbo para el Manchester United. Si los resultados recientes han sido decepcionantes, ofrecen al equipo la oportunidad de reconstruirse y empezar de nuevo sobre nuevas bases, con el objetivo de recuperar su antigua gloria.