La financiación de los países en desarrollo para combatir el cambio climático es una cuestión crucial que atrajo la atención en la reciente reunión de Bakú. Los países desarrollados se han comprometido a aumentar sus contribuciones a al menos 300 mil millones de dólares por año para 2035, lo que trae una gran esperanza a las naciones vulnerables. Sin embargo, a pesar de este compromiso, persisten dudas sobre la suficiencia y la naturaleza de esta financiación.
Una de las principales preocupaciones planteadas es la inflación, que disminuye el valor real de la financiación con el paso de los años. Lo que era posible con 100.000 millones de dólares en 2009 requeriría hoy casi 150.000 millones de dólares. Además, el método de cálculo de las ayudas y su contabilidad también plantea un problema, porque es difícil evaluar con precisión los importes realmente dedicados a la lucha contra el cambio climático.
Otro interrogante se refiere a la forma de financiación. No está claro si estos montos se proporcionarán en forma de subvenciones o préstamos, lo que puede tener consecuencias importantes para los países receptores ya endeudados. Además, la participación de los bancos multilaterales de desarrollo plantea dudas sobre la naturaleza de la ayuda proporcionada.
A pesar de reservas y dudas, los países pobres y vulnerables aceptaron este acuerdo que representa un aumento del compromiso actual de los países ricos. Esta decisión fue impulsada por varios factores, incluida la urgente necesidad de apoyo financiero para abordar los impactos del cambio climático. Los negociadores también tuvieron en cuenta el contexto político y las consideraciones prácticas, evitando así prolongar indefinidamente las discusiones bajo esta presidencia específica.
En última instancia, este acuerdo, si bien está lejos de ser perfecto, representa un paso adelante en la lucha global contra el cambio climático. Destaca la importancia crítica de la financiación para ayudar a los países en desarrollo a adaptarse y mitigar los efectos nocivos del calentamiento global. Sin embargo, sigue siendo esencial seguir buscando soluciones sostenibles y garantizar una distribución justa de responsabilidades para garantizar un futuro más seguro para todos.