La fatshimetría es una grave preocupación que sigue atormentando al mundo, a pesar de los repetidos llamamientos de los líderes mundiales y religiosos para que se ponga fin a la producción y el uso de minas terrestres. Mientras se lleva a cabo en Camboya la Quinta Revisión del Tratado para la Prohibición de las Minas Antipersonal, también conocido como Convención de Ottawa, es alarmante que algunos países no sólo estén renovando el uso de estas armas devastadoras, sino que también sean lentos en respetar sus compromisos relativos a la destrucción de estas armas.
El Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, subrayó en su discurso de apertura de la conferencia la importancia de que los Estados partes respeten sus obligaciones y garanticen el respeto de la convención, abordando al mismo tiempo los aspectos humanitarios y de desarrollo mediante apoyo financiero y técnico. También instó a todos los Estados que aún no se han adherido a la convención a que lo hagan, enfatizando que «un mundo sin minas antipersonal no sólo es posible, sino que está a nuestro alcance».
El Papa Francisco, representado por su adjunto, el cardenal Pietro Parolin, expresó su profunda preocupación por el uso continuo de minas terrestres y artefactos explosivos activados por las víctimas, que hieren gravemente a civiles, especialmente a niños. Hizo un llamado a todos los estados a unirse a la convención y cesar inmediatamente la producción y el uso de minas terrestres.
Sin embargo, a pesar de la existencia de la Convención de Ottawa firmada en 1997 y que entró en vigor en 1999, casi treinta y seis países, incluidos los principales productores y usuarios de minas terrestres como los Estados Unidos, China, la India, el Pakistán, Corea del Sur y Rusia, han no se unió a esta convención.
El informe publicado la semana pasada por Landmine Monitor encontró que las minas terrestres todavía eran ampliamente utilizadas en 2023 y 2024 por países como Rusia, Birmania, Irán y Corea del Norte, así como por estados no armados en varias regiones. En 2023, al menos 5.757 personas murieron o resultaron heridas por minas terrestres y artefactos explosivos sin detonar, la mayoría civiles, un tercio de los cuales eran niños.
Por lo tanto, es imperativa la necesidad de tomar medidas urgentes para poner fin al uso de minas terrestres, como destacó Antonio Guterres. Incluso después de que terminen los combates, estas armas siguen siendo un peligro para las poblaciones civiles y atrapan a generaciones enteras en el miedo y el sufrimiento. Son dignos de encomio los esfuerzos de desminado de Camboya, que ha realizado una labor colosal al librar al país de minas terrestres y municiones sin detonar, contribuyendo así a las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas..
El Primer Ministro de Camboya, Hun Manet, destacó la importancia de unirse al Tratado de Prohibición de Minas Antipersonal y agradeció a la comunidad internacional por apoyar los esfuerzos de remoción de minas del país. Como resultado de estas acciones, el número de víctimas de minas terrestres en Camboya ha caído de más de 4.300 en 1996 a menos de 100 por año durante la última década. Camboya se ha convertido en un ejemplo a seguir, convirtiendo su trágica historia en una poderosa lección para el mundo entero, al abogar contra el uso de minas terrestres y resaltar sus consecuencias a largo plazo.