En la bulliciosa ciudad de Bakú, Azerbaiyán, se celebró la COP29, una cumbre internacional crucial sobre el cambio climático. La ceremonia de apertura del evento de las Naciones Unidas estuvo marcada por una celebración exagerada de los combustibles fósiles, aclamada por el presidente del país, Ilham Aliyev, como un «regalo de Dios». Sin embargo, esta avalancha de elogios dio paso rápidamente a la decepción colectiva ante un acuerdo sobre financiación climática considerado insultante, burlado y visto como una traición por los países en desarrollo.
En el centro de los debates de la COP29 estuvo la cuestión crucial de la deuda de los países ricos, principales responsables de la crisis climática, con los países pobres que enfrentan los peores impactos. Se ha propuesto una cantidad de 300 mil millones de dólares al año hasta 2035, pero los países menos favorecidos la consideran insuficiente, que estiman que se necesitarían 1,3 billones de dólares al año para hacer frente a una crisis que no han provocado.
Si bien la cumbre concluyó en una cacofonía y el acuerdo final fue duramente criticado, algunos expertos cuestionan la legitimidad misma del proceso de la COP, considerándolo carente de ambición y casi inútil.
En un contexto de agitación geopolítica, incluida la elección de un escéptico del clima en Estados Unidos, Bakú bien puede verse como el principio del fin de la acción climática multilateral.
Los intereses vinculados a los combustibles fósiles parecen haberse desatado en esta COP29. Asistieron más de 1.700 representantes de la industria de los combustibles fósiles, superando con creces el número de delegados de muchos países. Arabia Saudita, conocida por frenar las ambiciosas acciones climáticas, rechazó explícitamente cualquier mención a los combustibles fósiles en el acuerdo final. Los grupos climáticos calificaron el acuerdo final como una “venda sobre una herida abierta”, lo que provocó la ira entre los países en desarrollo.
A pesar de sus deficiencias, muchos defensores del clima y científicos reconocen que el proceso climático de las Naciones Unidas sigue siendo el mejor mecanismo actual para la acción climática global. La cuestión crucial ahora es si se podrá recuperar el impulso y restablecer la integridad del proceso.
Las miradas ahora se dirigen a la COP30 que se celebrará en Brasil el próximo año, anunciada como la cumbre climática más importante desde París, donde los países expondrán sus planes climáticos para la próxima década. Para tener éxito, todo el sistema debe reorientarse para servir a los intereses de los más vulnerables y no a los de los grupos de presión de los combustibles fósiles y los contaminadores.
A pesar de los desafíos de los cambios geopolíticos y el ascenso de políticos de derecha a favor de los combustibles fósiles, todavía hay esperanza de cambio.. El camino hacia un futuro sostenible y equilibrado sigue plagado de obstáculos, pero es uniendo fuerzas y aplicando medidas concretas como podemos esperar un mundo mejor para las generaciones futuras.