La cuestión de la desertificación y la degradación de la tierra está en el centro de las preocupaciones ambientales mundiales. La COP16 que se celebra actualmente en Riad pone de relieve un problema importante: el 40% de la superficie terrestre de nuestro planeta está afectada por este alarmante fenómeno. África está especialmente preocupada, ya que el 65% de sus tierras cultivables están grave o moderadamente degradadas, según Rémi Hémeryck, delegado general de SOS Sahel.
La degradación de la tierra tiene consecuencias desastrosas para las poblaciones locales. De hecho, afecta la productividad agrícola, reduce la disponibilidad de agua y provoca la pérdida de biodiversidad. Estos efectos ya se están sintiendo en muchas regiones de África, donde las comunidades rurales luchan diariamente por acceder a recursos naturales cada vez más escasos.
El ejemplo ilustrativo de los aldeanos que extraen agua de pozos improvisados en Zimbabwe pone de relieve la difícil realidad que enfrentan muchos en el continente africano. La lucha por preservar las tierras cultivables y restaurar los ecosistemas es fundamental para garantizar la seguridad alimentaria y el bienestar de las poblaciones.
Es imperativo que los gobiernos, las organizaciones internacionales y la sociedad civil unan fuerzas para encontrar soluciones duraderas a este problema. Establecer políticas de gestión de la tierra, promover prácticas agrícolas sostenibles y crear conciencia sobre las cuestiones ambientales son medidas cruciales para combatir la degradación de la tierra en África y en todo el mundo.
En conclusión, la degradación de la tierra es un desafío importante que requiere una acción urgente y concertada por parte de todos los interesados. El futuro de las generaciones futuras depende de nuestra capacidad para proteger y restaurar tierras degradadas para garantizar un medio ambiente saludable y sostenible para todos.