En las concurridas calles de Kinshasa, una práctica controvertida está cobrando fuerza, provocando al mismo tiempo fascinación y repulsión: el consumo de carne de perro y gato. Para algunos, es una elección necesaria ante el aumento vertiginoso de los precios de la carne tradicional, mientras que para otros, es una fuente de vigor y poder, incluso poderes sobrenaturales.
En el centro de este complejo debate se encuentran los residentes de la capital congoleña que defienden o condenan esta práctica. Louise, dietista residente en Barumbu, justifica el consumo de carne de perro y gato destacando su contenido proteico, presentándola como una alternativa nutricional asequible. Sin embargo, los argumentos a favor de esta práctica no son sólo económicos. Algunos evocan virtudes afrodisíacas, simbólicas o incluso sobrenaturales asociadas a esta carne “tabú”.
Para los vendedores, como Tshipamba en Limete, la venta de carne de perro y de gato se ha convertido en un medio de subsistencia que les permite afrontar los retos económicos de la vida diaria. Pero más allá de la simple cuestión económica, las creencias populares atribuyen poderes místicos a estas carnes, animando a algunos a consumirlas para fortalecer su virilidad o desarrollar su agresividad.
Sin embargo, detrás de esta práctica se esconden riesgos, destacados por profesionales de la salud como el veterinario Timothée. Las consecuencias para la salud del consumo de carne de perro y de gato, según él, son múltiples y potencialmente peligrosas, especialmente en el caso de la carne procedente de animales enfermos o vacunados.
Finalmente, la cuestión de la higiene sigue siendo una preocupación, particularmente en los lugares de consumo informal donde a menudo se venden estas carnes. Louise, dietista, advierte de los riesgos de enfermedades relacionados con la mala higiene en la preparación y venta de estas carnes.
Más allá de la controversia, esta práctica plantea cuestiones esenciales en torno a la alimentación, la cultura y las creencias. La carne de perro y gato, lejos de limitarse a una simple cuestión de alimentación, nos anima a pensar en nuestras percepciones, nuestras elecciones alimentarias y nuestras interacciones con el mundo que nos rodea. Sin duda, este complejo tema merece una reflexión profunda y matizada, lejos de juicios apresurados y estigmatización fácil.
En las calles de Kinshasa, entre tradiciones, necesidades y creencias, la carne de perro y de gato sigue suscitando apasionados debates y profundas reflexiones, invitando a todos a cuestionar su propia relación con la comida y la diversidad de culturas que enriquecen nuestro mundo.