El ex presidente de la República Democrática del Congo (RDC), Joseph Kabila, recientemente emitió una dura crítica al régimen actualmente vigente, enfatizando la pérdida del monopolio de la violencia con sede en el Estado. En un discurso pronunciado seis años después de su partida del poder, habló de una grave degradación de la situación de seguridad, que le atribuye a calificar como mala gobernanza y una fragmentación del mantenimiento del orden.
Kabila señala el uso creciente de grupos armados, milicias tribales, así como fuerzas y mercenarios extranjeros, que, según él, han sucedido al ejército nacional, tradicionalmente percibido como el garante de la integridad territorial y la soberanía del país. Este análisis plantea preguntas fundamentales sobre el papel del estado en la gestión de la seguridad nacional y la forma en que esto afecta la confianza de los ciudadanos hacia las instituciones.
La afirmación de Kabila de que el ejército nacional estaba «vilipendiado» y «conspirado» debido a la mala gestión de las autoridades establecidas relaciona un problema complejo. Esto plantea la cuestión de la legitimidad y la percepción de un ejército que, ante el aumento de los desafíos relacionados con la inseguridad, podría verse socavada por prácticas controvertidas de gobernanza. Las preocupaciones que planteó sobre el entrenamiento militar y los reclutamientos motivados étnicamente también cuestionan los cimientos de la organización de las Fuerzas Armadas Congoleas.
Más allá de los problemas estructurales, el discurso de Kabila también destaca un problema histórico: el de las despreciadas fuerzas armadas y su elaboración de cerveza con grupos considerados como «fuerzas negativas». A través de su evaluación de la estrategia regional actual, donde evoca acuerdos internacionales, aunque sea crucial para la estabilidad, Kabila subraya una posible deriva en las relaciones diplomáticas y militares de la RDC. Este punto es particularmente importante en el contexto actual de las relaciones intraregionales, donde la cooperación es esencial para lidiar con las amenazas comunes.
Otro aspecto de su discurso que merece especial atención es su oposición a la presencia de fuerzas extranjeras en suelo congoleño. Esta oposición plantea preguntas sobre el funcionamiento de la dinámica de poder dentro de los estados africanos y sobre la soberanía nacional. Kabila se refiere a una retirada de las tropas de Samidrc, una decisión que él percibe como positiva, invitando así a reflexionar sobre el papel de las intervenciones externas y la forma en que pueden influir en las empresas de paz.
Es esencial considerar las palabras de Kabila en un contexto más amplio. La RDC ha pasado por décadas de conflicto e inestabilidad, cuyas consecuencias aún son claramente visibles. Los desafíos que enfrenta el país, tanto interno como externo, requieren en profundidad la reflexión sobre los mecanismos de gobernanza, seguridad y cooperación regional.
¿Cómo puede el gobierno actual reconstruir el vínculo con sus fuerzas armadas y recuperar la confianza de la gente? ¿Qué subestructuras de la sociedad civil se pueden movilizar para apoyar el proceso de estabilidad y legitimación de las instituciones? Estas preguntas resaltan la importancia de un debate abierto e inclusivo sobre el futuro de la RDC, buscando soluciones que trasciendan las escisiones políticas y étnicas.
Al final, el llamado de Kabila sobre una reevaluación de gobernanza y seguridad debe entenderse no como un simple grito de alarma, sino como una oportunidad para iniciar un diálogo constructivo que podría, posiblemente, contribuir a la implementación de soluciones sostenibles. La situación de seguridad en la RDC es un desafío complejo que requiere un enfoque matizado, sensible a las realidades sociales, estructurales e históricas que dan forma al país hoy.