Las calles de Nairobi, Kenia, fueron testigos recientemente de protestas masivas organizadas por Greenpeace África y otros activistas, como preámbulo a las próximas negociaciones sobre el tratamiento de residuos plásticos a nivel mundial. La crisis del plástico ha alcanzado proporciones alarmantes, extendiéndose desde lo más profundo de los océanos hasta las cimas de las montañas, amenazando en aumentar.
Las cifras son impactantes: la producción mundial de plástico se ha duplicado desde el 2000, alcanzando las 460 millones de toneladas al año en 2019, con 353 millones de toneladas de residuos. Ninguna región del planeta está exenta. Se proyecta que para 2050, podría haber más plástico que peces en los océanos, ¡en peso!
La realidad es innegable: solo el 9% de los residuos plásticos se reciclan. Esta alarmante estadística debería ser una llamada a la acción para los gobiernos, las empresas y los ciudadanos. Es imperativo abordar esta crisis desde su raíz como un desafío de producción, no exclusivamente como un problema de gestión de residuos. El modelo actual de un crecimiento exponencial en la producción de plástico es insostenible.
Más del 99% del plástico producido procede de combustibles fósiles, los mismos responsables de agravar la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y la contaminación ambiental. Si no modificamos urgentemente nuestros hábitos de producción y consumo de plástico, las emisiones de gases de efecto invernadero podrían representar entre el 10% y el 13% del presupuesto de carbono para 2050, liberando 250 gigatoneladas de dióxido de carbono a la atmósfera.
Una solución integral es requerida para abordar este desafío. Es crucial priorizar la reducción de la producción de plástico e impulsar alternativas como los sistemas de recarga y reutilización. Debemos replantear el diseño de envases y productos para minimizar el uso de plásticos de un solo uso.
La contaminación plástica ya no es solo una emergencia, sino una crisis urgente que demanda medidas inmediatas para poner fin a la era del plástico. La negociación de un tratado global sobre plásticos es un paso clave en esta dirección. Sin embargo, en las recientes conversaciones llevadas a cabo en Nairobi, Kenia, se observó una marcada presencia de cabilderos de la industria petroquímica, superando en número a los representantes de los estados más pequeños. Esto evidencia la resistencia de las industrias petroquímicas y su priorización de las ganancias sobre la sostenibilidad.
En la próxima ronda de negociaciones en Ottawa, se espera que los estados miembros se comprometan con medidas más ambiciosas, respaldadas por una coalición de países comprometidos con la causa. El tratado resultante debe abordar la crisis del plástico de manera integral, desde su producción hasta su eliminación, y no limitarse únicamente a medidas posteriores. Es crucial incluir en el texto del tratado medidas preliminares, como la reducción de la producción de plástico, para no convertirlo en un simple pacto de gestión de residuos, sino un instrumento para acabar con la contaminación plástica de raíz.
Gerance Mutwol, artista visual de Greenpeace África, tiene razón al resaltar la urgencia de la situación. Aquellos con poder e influencia deben unirse a esta causa global para proteger nuestros océanos, vida silvestre y comunidades. Es imperativo actuar sin demora.