Esta década, 2025-2034, fue proclamada oficialmente por la Asamblea General de las Naciones Unidas como la Década de las Naciones Unidas para combatir las tormentas de arena y polvo. Estos fenómenos meteorológicos extremos van en aumento y amenazan la salud y las economías, desde África central hasta el norte de China.
Esta iniciativa tiene como objetivo mitigar los efectos negativos de las tormentas de arena y polvo a través de la cooperación internacional y regional. El informe de 2022 de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación destacó un aumento significativo en la frecuencia de estas tormentas en los últimos años. Pueden agravar las enfermedades respiratorias, acabar con los cultivos y el ganado y contribuir a la desertificación.
Cada año entran a la atmósfera alrededor de 2 billones de toneladas de arena y polvo, principalmente en regiones áridas y subhúmedas con poca vegetación. Si bien la mayoría de estas emisiones son de origen natural, las sequías y el cambio climático están exacerbando el problema. Se estima que “al menos el 25% de las emisiones globales de polvo son causadas por actividades humanas”, como la gestión insostenible de los recursos terrestres y hídricos.
Como parte de esta iniciativa de diez años, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) fomentará prácticas de mitigación en los países afectados, como la gestión sostenible de la tierra, la agrosilvicultura, los vientos, la forestación, la reforestación y los programas de restauración de la tierra. La resolución también pide cooperación global para fortalecer los sistemas de alerta temprana y compartir información meteorológica crítica para predecir tormentas de arena y polvo.
La adopción de esta resolución se produce dos días antes del Día Internacional de Lucha contra las Tormentas de Arena y Polvo, el 12 de julio, que se celebrará por primera vez. Se pidió a los países que conmemoraran el día con actividades educativas destinadas a concienciar al público sobre la importancia de combatir las tormentas de arena y polvo para la salud pública, mejorar el uso de la tierra, fortalecer la seguridad alimentaria y los medios de vida, y promover la resiliencia al cambio climático.