Un humo espeso se eleva sobre los suburbios del sur de Beirut después de un ataque israelí el 20 de septiembre de 2024. El objetivo era el bastión de Hezbollah en la capital libanesa, Beirut, y se cree que mató al menos a ocho personas e hirió a decenas más, según una fuente. cercano al movimiento, precisando que un alto oficial militar había muerto durante este ataque. La foto captada por la AFP atestigua la violencia del suceso.
En el ojo de la tormenta está Israel, un país cuya identidad y acciones son objeto de acalorados debates. Las Sagradas Escrituras han sido invocadas a menudo para apoyar argumentos que condenan duramente a este Estado que se dice judío. Los versículos de la Biblia denuncian a los falsos judíos que resultan ser adversarios de Dios, llamando a su grupo la «Sinagoga de Satanás». Estas antiguas palabras resuenan poderosamente y sugieren profundas reflexiones sobre la naturaleza de la entidad israelí moderna.
Jeremías 23:3-8 añade una nueva dimensión a esta reflexión al evocar el regreso de Jesús para reunir a los verdaderos israelitas en la Jerusalén celestial. Esta profecía sigue sin resolverse, lo que plantea un desafío a la interpretación de los acontecimientos actuales. La creación del Estado de Israel en 1948 plantea interrogantes sobre su verdadero propósito, divino o satánico.
Al examinar las acciones de Israel, resulta difícil justificar su legitimidad. Su actitud racista, sus leyes discriminatorias y el sufrimiento infligido a las poblaciones de Gaza, Cisjordania y el Líbano parecen estar en total contradicción con los valores humanitarios universales. La visión idílica de una Tierra Prometida se desvanece ante la realidad de un Estado belicoso, alimentado por el fanatismo religioso y los ideales nacionalistas extremistas.
La analogía con el apartheid en Sudáfrica se vuelve inevitable. Los testimonios, como el del periodista israelí Gideon Levi, describen una situación de ocupación brutal impuesta por Israel a los palestinos. Los paralelismos con el apartheid se vuelven inquietantes y resaltan la urgencia de una conciencia colectiva frente a esta realidad insoportable.
La evocación del oscuro pasado de la humanidad, a través de la tragedia del Holocausto, plantea interrogantes sobre la continuidad de la existencia de Israel a pesar de las atrocidades cometidas contra los palestinos. La lógica de la justicia y la equidad nos invita a cuestionar el estatus de este Estado respecto de los principios fundamentales de la humanidad.
En última instancia, la verdadera naturaleza de Israel sigue siendo objeto de debate. Se están escuchando voces disidentes que exigen el fin de la opresión y la violencia perpetradas en nombre de una ideología nacional distorsionada. El llamado a la justicia, la igualdad y el respeto de los derechos humanos resuena como un imperativo categórico en un mundo en busca de la verdad y la redención.