En un mundo asolado por conflictos y crisis humanitarias, la reciente tragedia de casi 80.000 personas que huyeron de la violencia en Sudán y buscaron refugio en Sudán del Sur en menos de tres semanas plantea preguntas fundamentales sobre la respuesta internacional al sufrimiento de las poblaciones vulnerables. Este flujo masivo de refugiados y repatriados, principalmente mujeres y niños, ilustra la desolación que azota a los estados del Nilo Blanco, Sennar y Nilo Azul en Sudán.
El conmovedor relato de Nyarob, un repatriado en Sudán del Sur, capta la urgencia de la situación en la región: “La situación no era segura en absoluto. Cuando llegó el ejército, se escucharon disparos y se produjo mucho caos. Inmediatamente tomé a mis hijos y me dirigí hacia la frontera de Joda con otros, ya que necesitábamos un lugar seguro para nuestros hijos. »
En la frontera de Joda y las aldeas circundantes, los recursos están abrumados. Los refugios improvisados acogen a los desplazados y las tasas de desnutrición superan los umbrales de emergencia. Hay una grave falta de acceso al agua potable y a instalaciones sanitarias, lo que aumenta el riesgo de propagación de enfermedades.
Silva Alkebeh, jefa de logística de suministros de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), da testimonio de la magnitud de la crisis humanitaria: “Hace apenas dos semanas, este lugar estaba casi vacío. Construimos el centro de acogida para unos cientos de personas. Actualmente, tenemos más de 5.000 refugiados y repatriados alojados en la frontera, y muchos más a lo largo de la ruta. La gente tiene que compartir recursos muy limitados. »
A pesar de los esfuerzos por aumentar la asistencia, la respuesta humanitaria sigue lamentablemente insuficientemente financiada. ACNUR advierte que sin recursos adicionales, la asistencia vital y el apoyo a las personas desplazadas y a las comunidades de acogida seguirán siendo insuficientes.
Esta situación nos recuerda la urgente necesidad de que la comunidad internacional se movilice a favor de estas poblaciones desplazadas que necesitan desesperadamente ayuda y protección. No se puede ignorar el deber de asistencia y solidaridad hacia los más vulnerables. Es hora de actuar de manera concertada y eficaz para poner fin al sufrimiento de estas personas desgarradas por el conflicto y la violencia.