** Eswatini: entre riqueza ostentosa y crisis social profunda bajo el reinado del rey Mswati III **
Eswatini, anteriormente conocido como Swazilandia, ha sido dirigido por el Rey Mswati III desde 1986, un ascenso al poder marcado por las controversias y un contexto complejo. Si bien el rey a menudo se percibe internacionalmente como la encarnación de una monarquía absolutista con prácticas extravagantes, la realidad de los 1,2 millones de habitantes que gobierna es muy diferente y se sumerge en una profunda crisis política y económica.
A primera vista, la imagen del rey Mswati III es la de un soberano con considerable riqueza. Su fortuna personal se estima en alrededor de 200 millones de dólares, y su estilo de vida incluye varios palacios, una flota de autos de lujo y aviones privados. Este contraste sorprendente con el nivel de vida de los ciudadanos, casi el 59 % que vive por debajo de la línea de pobreza y una tasa de desempleo que alcanza el 35 %, y el aumento del 56 % entre los jóvenes, plantea preguntas esenciales sobre la justicia social y la distribución de la riqueza en el país.
Históricamente, el ascenso de Mswati al trono estuvo marcado por maniobras políticas, producido por un círculo limitado de aliados, el Liqoqo, que aseguró su posición durante un período problemático. La educación recibida en su infancia en Inglaterra no parecía proporcionarle las herramientas necesarias para enfrentar las responsabilidades que lo esperaban, sino más bien para fortalecer un estilo de vida caracterizado por la indiferencia a las preocupaciones de la población. Esta falta de compromiso con las realidades del país podría ayudar a explicar sus elecciones políticas y económicas, a menudo percibidas como desconectadas de las necesidades de las que gobierna.
Bajo Mswati, Eswatini vio sus instituciones políticas desmoronarse. Los partidos políticos han sido prohibidos durante más de cinco décadas, y los derechos fundamentales, como la libertad de expresión y la reunión, están en gran medida incumplidos. Esto creó un clima de miedo donde la disidencia se reprime rápidamente. La magnitud de la represión se ha intensificado desde las manifestaciones masivas de 2021 y 2022, que fueron exacerbadas por eventos trágicos, como la muerte de un estudiante durante una intervención policial. Estos eventos han destacado no solo las aspiraciones de la democracia del pueblo eswatiniano, sino también la feroz resistencia del régimen a cualquier cambio significativo.
El asesinato en enero de 2023 por Thulani Maseko, un respetado abogado de derechos humanos, ilustra el peligro de desafiar el poder en su lugar. Su muerte causó una protesta internacional, pero también subraya la dificultad de la comunidad internacional para influir en la dinámica política interna de Eswatini. Los esfuerzos para obtener reformas democráticas a menudo se someten a la brutalidad de la represión, lo que deja poca esperanza a los partidarios del cambio..
La situación económica del país también es preocupante. Si bien el gasto público se dirige al lujo real, las necesidades básicas de la población permanecen en gran medida ignoradas. Los aumentos en los precios de los bienes esenciales, como el agua y la electricidad, solo empeoran la situación, mientras que el apoyo a los jubilados sigue siendo desordenado. Las desigualdades exacerbadas no solo alimentan la miseria económica, sino también una creciente sensación de injusticia entre la población.
En un contexto de tales desafíos, es relevante preguntarse qué soluciones podrían estar previstas para llevar a Eswatini a un futuro más equitativo. El establecimiento de reformas democráticas reales y la reapertura del espacio político podría servir como base para la reconciliación nacional. Sin embargo, esto requeriría un compromiso sincero con la dieta y especialmente una presión externa adecuada, que hasta ahora parece faltar.
La construcción de un estado de derecho, respetando los derechos humanos y permitiendo la participación democrática real, requeriría un diálogo franco con los diversos actores de la sociedad, incluidos los jóvenes, que representa una proporción significativa de la población y cuyas preocupaciones y aspiraciones merecen ser escuchadas. También podría ser esencial establecer mecanismos de control y transparencia con respecto al uso de recursos nacionales, para garantizar que beneficien efectivamente a toda la población, en lugar de una élite limitada.
Finalmente, el camino hacia un Eswatini más justificado y justo parece difícil, pero no imposible. El punto de partida radica en la voluntad de los líderes para reconocer las quejas de su gente y embarcarse en el camino de las reformas estructurales. Es un diálogo que tanto los ciudadanos de Eswatini como la comunidad internacional deberían esforzarse por promover, no acusar, sino construir un futuro en el que todos puedan beneficiarse de la riqueza de su país.