Fatshimetrie: Los votantes esperan afuera de un colegio electoral afuera de los dormitorios Umlazi, Durban
Este año marca tres décadas de democracia en Sudáfrica, un período que puso fin al régimen opresivo y otorgó a todos los ciudadanos la libertad para disfrutar de la igualdad, después de años de lucha.
Sin embargo, con el transcurso del tiempo, la idea de libertad a veces es interpretada de manera errónea, con dos significados distintos: la libertad de algo y la libertad de determinar nuestro propio destino.
La libertad de algo implica liberarse de la opresión y el gobierno despótico. En Sudáfrica, esta libertad se logró tras una larga lucha y sacrificios, pero ciertas prácticas corruptas y las repercusiones de la captura del Estado ponen en tela de juicio la plenitud de la libertad en el país.
Por otro lado, la libertad de determinar nuestro propio destino significa la autodeterminación, la libertad de vivir la vida según nuestro deseo y tomar nuestras propias decisiones. Sin embargo, a menudo esta libertad se interpreta de manera errónea como el derecho a actuar egoístamente, de forma inmoral o corrupta, explotando a los más débiles.
Esta percepción de la libertad es inmadura. La libertad no es absoluta; la autodeterminación no implica actuar sin considerar las consecuencias de nuestras acciones. Un ejercicio irresponsable de la libertad conduce inevitablemente a la anarquía.
En la base de ambos conceptos de libertad se encuentra la noción de responsabilidad, a menudo ignorada. En Sudáfrica, con su historia de opresión, algunos consideran que cualquier acción en nombre de la libertad es sacrosanta y está más allá de toda crítica. Sin embargo, la libertad sin responsabilidad conlleva egoísmo, corrupción y abuso de poder, en detrimento de la sociedad.
Sin rendición de cuentas en el ejercicio de nuestras libertades constitucionales, nos dirigimos hacia el caos. Todo privilegio debe ir acompañado de responsabilidades, de lo contrario se vulneran los derechos de los demás o puede resultar destructivo. No basta con justificar un acto en base a su legalidad para evaluar su moralidad. Dada la complejidad del mundo, la regulación a través de la legislación no es suficiente; por eso, los valores y la ética son fundamentales para orientar nuestras acciones.
La libertad debe ejercerse siempre dentro de los límites de las normas morales. Implica hacer lo correcto, más allá de lo que sea estrictamente legal. Actuar de manera responsable en libertad significa hacerlo con conciencia, en aras del bien común. La libertad de definir nuestro destino conlleva la responsabilidad de hacerlo con sabiduría.
A pesar de que la Declaración de Derechos de 2008 destaca las responsabilidades asociadas con los derechos constitucionales, con frecuencia se pasan por alto. La celebración de la libertad debe ir acompañada del reconocimiento de estas responsabilidades para garantizar su sostenibilidad.
La libertad es un tesoro precioso pero frágil, que nos corresponde preservar y proteger para las generaciones venideras. Celebrar esta libertad sin recordar los deberes que la acompañan es un enfoque vacío. Es esencial combinar responsabilidad y libertad para forjar una sociedad más justa y equitativa.