Fatshimetria
En estos tiempos convulsos que vive la República Democrática del Congo, los recientes ataques aéreos contra el campo de desplazados de Mugunga, en las afueras de Goma, han provocado una ola de consternación y de ira entre la población. Las palabras del Ministro de Derechos Humanos, Fabrice Puela, resuenan como un llamado a la justicia y firmeza ante estos actos atroces perpetrados contra civiles inocentes.
La intención manifestada por las autoridades congoleñas de procesar a los responsables de estos bombardeos ante tribunales nacionales e internacionales es una fuerte señal enviada a los autores de estos crímenes de guerra. Este enfoque es parte de un marco de justicia transicional destinado a devolver la esperanza a las víctimas y condenar firmemente la violencia infligida a una población que ya es vulnerable.
Cuando atacamos un campamento para personas desplazadas, golpeamos a la humanidad en su más profunda angustia. Las familias desplazadas, que huyeron de los horrores de la guerra para encontrar un refugio precario, se enfrentan una vez más al terror de los bombardeos. Es un crimen de guerra innegable atacar a civiles, mujeres, niños y ancianos indefensos que sólo piden vivir en paz.
Las pruebas materiales reunidas dan fe de la participación de facciones enemigas apoyadas por países vecinos en estos ataques criminales. La determinación de la República Democrática del Congo de defender su soberanía y proteger a su pueblo es encomiable. La resiliencia y el coraje de los habitantes de Kivu del Norte, a pesar de las terribles experiencias sufridas, suscitan admiración y exigen la solidaridad de las naciones para poner fin a esta violencia inaceptable.
En este día de conmemoración y reflexión, la unidad nacional y la justicia deben ser las prioridades. Los crímenes de guerra no pueden quedar impunes y se debe arrojar luz sobre los responsables de estos actos despreciables. Lejos de las consideraciones políticas y la manipulación, la verdad y la compasión por las víctimas deben guiar las acciones de las autoridades congoleñas y de la comunidad internacional.
En última instancia, la paz y la dignidad de las poblaciones desplazadas no pueden sacrificarse en aras de intereses geopolíticos. Toda la humanidad debe enfrentarse a la barbarie y trabajar por un futuro en el que la justicia y la seguridad prevalezcan sobre la violencia y la impunidad. Sólo un compromiso inquebrantable con los derechos humanos y la solidaridad entre los pueblos evitará que tragedias como ésta se repitan en el futuro.