En este año de gracia 2024, las olas despiadadas del océano Atlántico guardan en su interior un secreto demasiado oscuro para ser ignorado: más de 10.400 migrantes han muerto o desaparecido mientras intentaban llegar a las costas españolas. Esta escalofriante cifra, revelada por la ONG española Caminando Fronteras, resuena como un grito de alarma en la noche oscura de la actualidad mundial.
Las rutas migratorias que conducen a España se han convertido en caminos de perdición, donde la vida misma parece vacilar con las olas furiosas. La ruta atlántica, que une Senegal, Mauritania o Marruecos con las Islas Canarias, destaca trágicamente como la ruta más mortífera de todas. Casi el 95% de las víctimas perecieron mientras tomaban este camino mortal, y entre ellos, más de 400 mujeres y 1.500 niños encontraron su fin en las despiadadas aguas del Atlántico.
Las cifras son abrumadoras, más allá de la medición humana. Cada día, entre enero y mediados de diciembre, cerca de 30 almas murieron en estos caminos de esperanza que se convirtieron en caminos de desolación. Hombres, mujeres, niños que huyen de la guerra, de la desesperación, de la agonía del destino en una región presa del caos.
En este desastroso año 2024, el número de muertes en el mar se duplicó respecto al año anterior. Este terrible aumento no es fruto del azar, sino de una negligencia culpable, de una vergonzosa violación del deber de salvar. Las autoridades, ocupadas en controlar los flujos migratorios, parecieron olvidar que detrás de cada figura hay una vida sacrificada en el altar de la indiferencia.
Continúan las salidas desde Mauritania hacia Canarias, a pesar de las recurrentes tragedias que afligen a las familias. Las deplorables condiciones climáticas y la cruel ausencia de recursos de emergencia no han disuadido a contrabandistas sin escrúpulos de continuar con su macabro tráfico.
Las cifras de inmigración ilegal también se han disparado: más de 60.000 personas han logrado entrar ilegalmente en España. Este fenómeno en constante aumento está llevando al límite a las autoridades españolas, y en particular a las de las Islas Canarias. Los centros de recepción están desbordados, los recursos están disminuyendo y la angustia de los inmigrantes parece ser sólo comparable a la indiferencia de los poderosos.
Entre 2014 y 2024, más de 16.400 inmigrantes murieron intentando llegar a África, una cifra escalofriante que revela la magnitud de la tragedia humana que se desarrolla con total impunidad. En este teatro de sombras y lágrimas, donde el mar se convierte en tumba y las fronteras en muros infranqueables, sólo la solidaridad y la empatía parecen poder iluminar este camino oscuro.
Al final del año, mientras las luces navideñas iluminan nuestras ciudades y nuestros corazones, no olvidemos a quienes perecieron en las aguas heladas del Atlántico, esas almas perdidas que aún deambulan buscando un remanso de paz.. Recordemos su coraje, su desesperación y redoblemos nuestros esfuerzos para que su sacrificio no sea en vano. Que la solidaridad sea nuestra brújula, y la humanidad, nuestro escudo definitivo contra el olvido.